El camino más largo de regreso a casa

A los 5 años recibí un llamado espiritual hacia las artes. Un día, durante la entrega de calificaciones, una voz en mi interior me mencionó que otro 10 no importaba, porque allá fuera, lo que de verdad me llevaría lejos, era cultivar un talento artístico y ser extrovertida.

No tengo recuerdos de haber tenido dificultades con mi tarea de matemáticas o al responder un examen de geografía; pero sí recuerdo la voz de mi mamá diciendo que mi dibujo de la clase de artísticas era muy bueno mientras yo lloraba de desesperación porque no era perfecto. 

Durante mi niñez y adolescencia, siempre fui tímida, un poco introvertida y con calificaciones perfectas. Pasé esos años en búsqueda de aquella habilidad artística y rezando a Dios para que me ayudara a encajar con los demás: ser menos seria, más social y quizás un poquitito menos buena para la escuela (no sé por qué pedía esto último y menos entiendo por qué simplemente no dejé de hacer la tarea).

Intenté la bicicleta, los patines y hacer foto; tomé clases de ballet, jazz y hip hop, así como de pintura y de piano. No fue sino hasta los 17 años que me reencontré con la fotografía y algo al fin hizo clic.

A los 21 inicié mis estudios en el arte, y a medida que mejoraba en la fotografía, me volvía más sociable y menos eficiente en clases. Era de esperarse, que ese año, cuando dos de las personas más importantes de mi vida me dejaron con la excusa de ser demasiado social y poco brillante intelectualmente, algo dentro de mí se rompiera. Pasé el resto de mis veintes escuchando sus voces y peleando con la mía, reprochándole por qué me había pedido convertirme en algo que no me estaba llevando a ese lugar de éxito que me había asegurado.

No encuentro palabras para expresar LO MUCHO que estos dos sucesos alteraron mi vida, me atrevo a decir que es la más grande y más profunda de mis heridas, a tal grado que comencé a pedirle al universo que me regresara mi habilidad y facilidad para la academia. Intentar alcanzar las expectativas en la escuela de artes fue una pesadilla: me balanceaba en ambos extremos de ser demasiado emocional sin un sustento teórico o falta de técnica; y por el contrario, en tener demasiada teoría y poco talento. Pasar de ser una joven promesa durante toda mi etapa escolar, para de repente dejar de serlo en la universidad, cuando más debí de serlo, fue… desalentador.

El ruido en el exterior era tan alto que dejé de escuchar aquella voz que me habló por primera vez en la infancia. Tanto la vida social como la universitaria seguían confrontándome con situaciones y personas que desafiaban esa voz interior. Por otro lado, mi carrera como fotógrafa freelance me expuso a nuevas experiencias que me abrieron los ojos, empoderándome y brindándome las herramientas para iniciar un proceso profundo de autoaceptación y amor propio.

“El camino más largo de regreso a casa” es la conclusión de este viaje de reconciliación con mi niña interior, aquella que a los 5 años ya sabía más que yo. Al final ella siempre tuvo la razón, aquí afuera, es la fotografía y mi forma de ser, quienes me han llevado (y me llevarán) lejos.


1. "People are allowed to leave you"

3. "Todo lo que nunca pude decir"

4. "¿Qué tanto voy a vivir hasta estar bien?"

5. "El camino más largo de regreso a casa"